Hermandad de la Aurora Fondo Transparente

En la tarde de hoy 30 de abril nos ha dejado Antonio Jiménez Gómez, “tronco”, nuestro querido albacea, después de una enfermedad que ha tenido mermado su cuerpo, pero jamás su espíritu.

Sobre su paso por la hermandad, cabría tanto que decir y recordar, que sería injusto en estos momentos dejar de mencionar todo el legado que a favor de la misma nos ha regalado, con su esfuerzo (aun en la enfermedad), tesón, empeño y capacidad de trabajo y organización.

Como si fuera un iceberg, sobre la labor de “Tronco” sólo alcanzamos a ver la cumbre, en forma de trabajos y horas de desvelo por la hermandad de sus amores, y ha sido mucho. Podemos recordar su magnífica labor en  todo lo que implicó la reapertura de Santa María de la Aurora y San Miguel Bajo, y como muestra visible de ello, el acondicionamiento de la magnífica sala de juntas que hoy lleva su nombre, los belenes monumentales que eran su pasión y que tantos reconocimientos y premios recibieron, la organización impecable de la albacería y tantas, tantas cosas … que sólo sirven para esbozar la dimensión de la figura de Antonio a ojos de quienes no conocieran su legado “material”.

Pero él trascendió todo eso. A través de sus obras se puede entrever su grandisima entrega, que ya de por sí fue un ejemplo, pero el poso que nos deja va mucho más allá.

El bien difícil que incluso antes de enfermar, esta persona haya cosechado tan sólo amigos; su filosofía de hermandad se traduce en citas que tienen su sello como “Estamos aquí para sumar, sumar y sumar” o “El que quiere y siente la hermandad, trabaja para ella” … y Antonio siempre demostró, con su actitud y relaciones personales, que estas cosas las decía con la convicción y la honestidad de un hombre que ha sido EJEMPLO para todos y cada uno de sus hermanos, es decir, desde la máxima humildad, tenía la absoluta autoridad moral para aleccionarnos a ese respecto y ser referente de la unión de la hermandad en tantos momentos delicados que se han presentado durante estos años. Para su junta de gobierno quedan los valiosas aportaciones y su papel de consejero, tanto del hermano mayor como de cada miembro que fue a solicitárselo. Fue tan noble y loable su actitud en un grupo humano y cristiano como el nuestro ,que será muy, muy difícil cubrir su hueco, y probablemente vana y torpe nuestra aspiración por llegar a ser como él, aunque nos ha dejado como deberes, al menos intentarlo.

“Auroro” de pro, Antonio ha aprovechado cualquier tregua que le ha dado su enfermedad para echar una mano y ponerse frente a su amadísima Virgen de la Aurora y su Señor del Perdón, a contarles sus alegrías y pesares. Su última visita a la sede quiso Dios que fuera el pasado Domingo de Resurrección, cuando premonitoriamente nuestros titulares, entronizados aún en sus pasos tras la Semana Santa, le tendieron la mano para acompañarlo, en una chicotá, a la gloria del Albayzín del Cielo.

Seguimos estando cerca Antonio, nosotros en el barrio alto, y tú, como mereciste en vida, un poquito por encima de todos nosotros.

Hermano y sobre todo amigo, descansa en paz en la eterna y divina presencia real de Nuestro Padre Jesús del Perdón María Santísima de la Aurora. De verdad que nunca te olvidaremos, ni a tí, ni a tu valiosísimo ejemplo.

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